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María Teresa Arruebarrena

1878-1973

Un ensayo de Danny González Lucena

El 15 de octubre de 1916, María Teresa Arruebarrena rememoraba en su diario el décimo séptimo aniversario de la llegada de Alexis Frye a Cuba para ocupar el cargo de superintendente de las escuelas públicas de la Isla. El relato está escrito  curiosamente en español, teniendo en cuenta que la mayoría de sus memorias se encuentran narradas en inglés. 

 

“Hoy también es mi santo, pero hace tantos años que vivo lejos de un país latino, que casi lo hubiese olvidado de no haber recibido una carta de Carmina”, expresó en sus apuntes.

  

Sin embargo, su añoranza por su tierra natal, como la de miles de cubanos dispersos por el mundo, siempre marcó su vida.

 

María Teresa Arruebarrena nació en Cárdenas el 27 de enero de 1878, cuando terminaba la Guerra de los 10 años en Cuba. Su madre se llamaba Carmen Ysidora Pérez Seijas y su padre, Francisco Arruebarrena Alberdi. Sus abuelos maternos habían nacido en la Isla, pero toda su familia paterna, incluido su progenitor, era de San Sebastián, en España.

 

Francisco fue Alcalde Municipal de Cárdenas en los años 1877 y 1878. Era propietario de varios almacenes para mieles de azúcar y presidía la Sociedad Arruebarrena y Paz, registrada en 1874. Así consta en el Archivo de Actas Capitulares del Ayuntamiento de Cárdenas.

A la misma vez, en el año 1877, aparece como director del Hospital de esa ciudad. Y en 1879 ocupó el cargo de Teniente de Alcalde. 

 

María Teresa creció en la casa número 54 de la calle Ayllón, detrás de la Iglesia Parroquial de Cárdenas. Allí vivió hasta los 14 años, junto a sus hermanos Francisco y Josefa. 

 

Estudió en un colegio privado, ubicado en los predios del palacete señorial de María de los Ángeles Seijas, su abuela materna, quien le exigía a su hija Carmen Ysidora un informe diario sobre el estado de salud de su nieta, según contaría la misma María Teresa años más tarde a la reportera Margaret Koch del periódico Santa Cruz Sentinel.

 

 En 1892 la familia Arruebarrena se mudó a Cienfuegos, donde permaneció hasta que comenzó la guerra del 95. Ese año decidieron volver a Cárdenas, primero a la vivienda número 54 de la Calle Laborde. Luego se trasladaron a otra casa localizada en el número 137.

 

El final de la última década del siglo XIX trajo una serie de cambios drásticos después que Estados Unidos intervino en la guerra contra España. Muchas familias no sólo perdieron sus propiedades en la contienda militar, sino que también se enfrentaron a transformaciones culturales mediadas por un país devastado, con miles de muertos y un panorama político incierto. 

María Teresa Arruebarrena, 1888.

Cuando comenzó el bombardeo contra Cárdenas en 1898, una granada estalló muy cerca de la casa de María Teresa:  “Una granada cayó al lado de nuestra casa, y después de explotar, sobrevinieron pedazos a través de nuestro techo. Uno cayó a seis pies de mi silla. Dos pequeños buques de guerra estadounidenses estaban disparando sobre la ciudad”, expresó en su diario al referirse a este momento de la historia de Cuba, en el que ella tuvo que hacerse cargo del hogar, después que su padre enfermara y sin la presencia de su madre, quien había muerto en 1896. “Tuve la oportunidad de ganarme la vida y ver lo que uno puede hacer por sí mismo y por sus seres queridos”, aseguraría en sus memorias.

 

María Teresa era una mujer hermosa y de alta estatura, según refieren algunos medios. El 1 de julio de 1900 ocupó el séptimo lugar en el concurso “Belleza de Cárdenas”.

 

El estadounidense Alexis Everett Frye, con quien se casaría a inicios de siglo, había sido nombrado superintendente de escuelas de Cuba en 1899, durante la ocupación militar de la Isla. Ella era maestra de una escuela pública de Cárdenas, integrada mayormente por alumnos negros, según reseñó el periódico New York Tribune, el 31 de diciembre de 1900.

 

Sin embargo, la relación entre ambos comenzó durante la Escuela de Verano de Harvard para Maestros Cubanos, organizada por Frye. El 26 de junio de 1900, después que él la ayudó a subir al U.S.A.T. Sedgwick en el puerto de Cárdenas, le comentó a la maestra Teresa Menocal: esta es la mujer con la que voy a casarme. 

Cuando María Teresa y las otras maestras ya se encontraban a bordo, el capitán del barco las dejó mucho tiempo bajo el sol mientras se regodeaba buscando los camarotes donde las instalaría. 

 

Alexis le exigió explicaciones. El altercado terminó en una fuerte pelea, en la que Frye noqueó de un puñetazo al oficial estadounidense, lo cual propició un escándalo, no solo en el barco, sino en la prensa americana.

 

Todo sucedió delante de María Teresa, quien personalmente fue a darle las gracias. El rumor de un posible romance entre ambos corrió como pólvora durante la Escuela de Verano de Harvard, aunque Frye no era el único pretendiente.

 

El diario The Washington Post publicó en un artículo el 20 de agosto de 1900: “Las víctimas de las miradas recatadas de la hermosa chica cubana son una pareja de jóvenes de Harvard que acompañan a la fiesta como guías e intérpretes. Ambos son conocidos chicos universitarios, y sus atenciones a la señorita son pronunciadas y serias (...) Sin embargo, la señorita Arruebarrena es sincera y bonita, y en respuesta a todas las insinuaciones, sonriendo, dice: "Tengo a mi novio en Cuba. Es un chico muy agradable".

María Teresa Arruebarrena, 1900

En ese momento, Alexis tenía 41 años, y María Teresa, 22. Políticamente, ella se oponía a la anexión de Cuba a Estados Unidos, y él también, lo cual era una rara avis, teniendo en cuenta que Frye formaba parte del grupo de oficiales estadounidenses que ejecutaban la Ocupación a la Isla.

 

La manera que él encontró para seducirla, ya en un plan más oficial y visible, fue enviándole un telegrama en el que le decía: “Yo sé que no eres anexionista, pero a mí me gustaría anexar a una pequeña parte de Cuba. ¿Qué dices?”. La respuesta de ella no se hizo esperar: “No soy anexionista, pero podría aceptar un protectorado”.

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Todo sucedió, simbólicamente, en el contexto de la Convención Constituyente, donde se redactó la nueva Carta Magna de la República de Cuba.

 

En vísperas de la boda, Frye gestionó con la editorial Ginn & Company la impresión de 100.000 copias del “Himno de Bayamo”, que María Teresa distribuyó entre todas las escuelas de la Isla. En el documento exhortaba a los cubanos a “aprender la más alta lección del patriotismo” que escudaría a Cuba “de todo peligro”.

 

El 27 de diciembre de 1900 Frye y María Teresa asistieron junto al Gobernador Militar de Cuba, Leonard Wood, y su esposa, a una recepción que tuvo lugar en el Palacio de los Capitanes Generales de La Habana, desafiando las costumbres cubanas de la época, en las que no era bien visto que una muchacha saliera con su prometido sin haber contraído matrimonio.

 

La boda se celebró cinco días después, el 1 de enero de 1901, y fue Leonard Wood quien ocupó la figura paternal de entregar a la novia, aunque la ceremonia fue civil, y no religiosa. Más de 2.000 personas asistieron, provenientes de todas las provincias del país. 

 

Frye rechazó hacer la boda en la Catedral de La Habana debido a una serie de condiciones que imponía la Iglesia católica. Donato Raffaele Sbarretti, obispo de La Habana, los instó a un acto ceremonial en la iglesia, afirmando que el ejemplo establecido por una boda cívica tendría un efecto negativo en los maestros cubanos. Pero María Teresa tampoco estuvo de acuerdo con el obispo.

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Un casamiento de tales proporciones sólo podía materializarse si se oficiaba en un lugar con suficiente espacio. El sitio escogido fue la Quinta Durañona, que funcionaba en ese momento como cuartel general del Ejército norteamericano y residencia del general Lee. Esto fue posible, también, gracias a Leonard Wood.

 

Sin embargo, la relación entre Frye y el Gobernador Militar de Cuba sufrió de varios altibajos debido a visiones distintas que ambos tenían sobre el futuro de Cuba, pero María Teresa no supo nada del malestar que afligía a Frye durante mucho tiempo.

 

En cartas al presidente de Harvard, Frye contaba cómo se encerraba en su despacho en Highland, California, y lloraba sin que María Teresa lo viera, debido a las injusticias que había sufrido en Cuba: su trabajo como Superintendente de Escuelas era cuestionado por Wood y por otros funcionarios del gobierno estadounidense, como Elihu Root.

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Pearl Eliot Frye (1901-1903)

En esos tiempos difíciles María Teresa tuvo su primera hija, a la cual llamó Pearl Eliot. El primer nombre, Pearl, era un tributo a Cuba, la “Perla de las Antillas”. El segundo nombre era el homenaje de Frye a su gran amigo, el presidente de la Universidad de Harvard, Charles Eliot.

  

Pearl murió en 1903, días después de aprender a decir “papá”, y con solo dos años de edad, lo cual perturbó enormemente a María Teresa. No obstante, en 1904 llegó su segundo hijo, Frank Brewster, y en 1907 dio a luz a Charles, quien murió ese mismo año. En 1910 nació Carmen Frye y por último Pearl, en 1917.

 

Inicialmente María Teresa y Frye vivieron en Highland, California. Luego se trasladaron a Boston, y después a Cambridge, pero los fuertes inviernos en Nueva Inglaterra comenzaron a afectar la salud de ella y tuvieron que regresar al hogar de los padres de Frye, en Highland. Finalmente, compraron una casa en Redlands, California, ubicada en la avenida West Crescent. 

 

Frye era autor de unos libros de texto de Geografía cuyas ventas ascendían a dos millones de copias, distribuidas en 127 ediciones, por las cuales recibía regalías anuales. Sin embargo, el patrimonio familiar creció aún más después de que los recién casados se insertaron en la industria local del cultivo de naranjas.

Durante los primeros años del siglo XX ambos viajaron a Cuba asiduamente porque el padre de María Teresa se encontraba muy enfermo, hasta que falleció en La Habana, en 1907. Desde ese momento, su hermana Josefa decidió vivir junto a ella en Redlands, hasta su muerte, en 1909.  Pasaron muchos años sin que María Teresa regresara a su ciudad natal.

“Hoy llegamos a Cárdenas después de quince años y dos meses lejos de la querida y vieja ciudad donde yo nací”, escribió en su diario el 22 de febrero de 1916. La acompañaba su hija Carmen. Ambas se hospedaron en la casa número 144 de la calle Laborde, muy cerca de su antiguo hogar.

 

Durante ese mismo viaje, María Teresa Arruebarrena logró encontrar los restos mortales de su madre, y los trasladó a La Habana, para que estuvieran junto a los de su padre, en el Cementerio de Colón. "Mientras exista uno de nosotros, veremos que estén bien cuidados", manifestó en sus memorias. No obstante, ella nunca más regresó a la isla.

María Teresa (black hat) and Carmen Frye, Havana, 1916.

Frye murió el 1 de julio de 1936, y desde entonces, María Teresa se dedicó a su familia. También tuvo una labor muy activa en el Contemporary Club de Redlands, una organización integrada por mujeres con fines culturales, filantrópicos y educativos. Sin embargo, hay claros indicios de que sus raíces cubanas siempre la acompañaron.

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Entre sus archivos personales, conservaba un recorte de periódico del 17 de febrero de 1943, en el que se informaba sobre la develación de un busto de bronce con la figura de Frye en la Avenida de las Misiones en La Habana para homenajear su trabajo como educador.

 

Después de que Fidel Castro tomó el poder en Cuba el 1 de enero de 1959, María Teresa le confesó a la periodista Margaret Koch, del diario Santa Cruz Sentinel: “La Cuba que yo conocía se fue, no sé qué puedo decirte”. En una breve entrevista, le contó cómo un pariente suyo que practicaba la medicina fue despojado de todos sus bienes y llegó a Miami solo con una caja de tabacos cubanos, la cual vendió para hacer una llamada telefónica y decirle a su hija que ya se encontraba en suelo americano.

 

En los años 60 María Teresa solo tenía una prima en Cuba, que de vez en cuando, le enviaba los periódicos que circulaban en la Isla.

 

Con 84 años, la maestra de Cárdenas que en 1900 participó en la Escuela de Verano de Harvard, se mudó junto a sus hijas en Santa Cruz, donde murió el 26 de abril de 1973, a los 95 años.

Mrs. Alexis E. Frye dies

Su hijo Frank ya había fallecido en ese entonces. Le sobrevivieron sus dos hijas, Carmen y Pearl, ocho nietos, once bisnietos, y los primos Berta de la Vega y Aurelio de la Vega, de Northridge. Los servicios funerarios los realizó el Reverendo John de Boer Cummings, en el Hillside Memorial Park.

 

En sus últimos momentos, comenzó a hablar solo en español. Muchos de sus nietos y bisnietos apenas entendían lo que decía, pero inexplicablemente ella siguió hablando en su lengua materna. Seis décadas atrás, el 10 de noviembre de 1911, María Teresa había escrito en su diario: “La casa en Redlands, de arquitectura española, es muy conveniente y confortable. La hemos llamado ‘Villa Cuba’”. Quizás, en los instantes finales de su vida, Cuba también fue su última casa.

Alexis Everett Frye and María Teresa Arruebarrena

Alexis E. Frye and María Teresa Arruebarrena, Redlands, California, 1924.

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